Último Mensaje - Escrito por: Aida - Domingo, 15 Enero 2012 18:17
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Ambos conceptos citados en el título serán usados a lo largo del libro, y si bien ambos conceptos implican una problemática filosófica aquí su abordaje será sencillo. Con sensación de sí nos referimos a la noción de unidad aplicada a la conciencia. Con Lo otro, a la alteridad de esta unidad que no es su opuesta, sino lo desconocido para la conciencia. Lo otro aquí no es "otro yo que no soy yo" a la manera existencialista, y menos tiene que ver con el concepto lacaniano de lo otro, sino simplemente lo desconocido para la conciencia que es percibido como alteridad de la sensación de sí.
Modalidad o Ternario
Los signos Cardinales:
Cardinal proviene del latín cardinis que significa gozne, aquí encontramos una operación bisagra que realiza la reversibilidad de un estado a otro. De aquí que los signos cardinales posean una cualidad propia de reversibilidad, la cual es graficada por el cambio de estado en la relación centro – periferia, la existencia del gozne hace a esta relación, y hace la dualidad centro – periferia.
Un cambio en uno de ellos implica un cambio en el otro, teniendo el centro mayor influencia sobre la periferia que esta última sobre el centro. Este movimiento tan abstracto, aunque desprovisto de la relación de causa y efecto, describe una diferencia en esta relación: la influencia mayor del centro sobre la periferia, apenas un giro en
el punto central (bisagra) es trazado un espacio de mucha mayor longitud en la periferia.
En movimiento, el gozne marca el centro de una circunferencia que delimita un "campo", un topos, aunque más específicamente sería un locus. Es bueno saber que otro significado del término gozne es: frontera, margen, perímetro. Esta dimensión supone en sus límites su diferencia con otra realidad. "Lo diferente se junta y se separa justo en el límite, que actúa como espacio conjuntivo y disyuntivo", como dice Eva Raquel Castaño en su análisis sobre el significado de Gozne.
En los signos cardinales aparece una clara diferencia para con la realidad anterior (simbolizada por el signo mutable precedente), aparece un centro que traza un límite y configurando un espacio nuevo. Esta circunferencia con su centro se delimita y diferencia de la atmósfera del signo mutable anterior, siendo este último posibilitante del movimiento de esta curiosa puerta, como lo es el aire posibilitante de los vientos.
La diferencia que propone la cardinalidad se fijará en el momento fijo (signo fijo que le sucede). Vale decir que hay una clara dualidad en los signos cardinales, por un lado presentan un centro y una periferia y, por otro lado, presentan la dualidad de identidad y diferencia, como toda relación centro – periferia demuestra.
Siendo el centro el punto más alejado de su diferencia, vale decir que no existe influencia alguna que no sea él mismo para influir sobre la periferia. Su mismidad es su diferencia para con el estado anterior de cosas. Su centro alterará enormemente su periferia, pero eso bastará para afirmar su espacio, y afirmar su diferencia. El espacio de los signos cardinales es un espacio interior.
Los signos Fijos:
Mientras que en los signos cardinales hay un movimiento que define un espacio, un área, generando automáticamente una diferencia en relación a lo que se halla fuera de sus límites, los signos fijos afirman esta última, brindando fijeza a la singularidad que plantea el signo cardinal precedente. Lo fija acentuando el recorrido de la puerta sobre el mismo eje, ya no tiene importancia el centro sino la repetición que demarca y re-marca, la afirmación del espacio. No es la puerta en sí misma la que realiza una demarcación sino el
girar sobre su eje. La inmovilidad clásica de los signos fijos es consecuencia de la alta velocidad y el recorrido continuo del mismo espacio. Hay convulsión al interior de los signos fijos, hay velocidad y ansiedad, existe la acción de abarcarlo todo, y tal vez de anular el espacio imponiendo su movimiento propio. En toda inmovilidad hay convulsión y agite, lo demuestra la física moderna cuando observa al interior del átomo de la materia más dura y pesada. Los signos fijos llenan el espacio que delimitó el signo cardinal, y lo llenan de tal forma que este se hace un espacio que puede vincularse con otros, ya que "se impone con afirmarse a sí mismo", mientras que el signo cardinal "se impone con su diferencia para con el estado anterior de las cosas". Si el signo cardinal representa el dueño de la tierra, el signo fijo representará el trabajador de su tierra brindando debida importancia a esta.
Los signos Mutables:
Los signos mudables tienen como cualidad la multiplicidad. No es que su cualidad sea la de multiplicar, sino la de advertirla, reconocer las múltiples diferencias y unidades de la realidad. Escapa a todo espíritu taxonómico, a toda categoría, la mutabilidad no es en sentido de mutación o muda, sino la presencia de lo singular y la pluralidad de sentidos que tienen las cosas.
En los signos cardinales, aparece el espacio interior y su diferencia para con lo que no es el mismo.
En los signos fijos vemos la inmovilidad de lo que convulsiona al interior que llena el espacio delimitado por lo cardinal, siendo la cualidad de lo inevitable un buen adjetivo de estos signos.
Los signos mutables advierten sobre la pluralidad de sentidos, y la multiplicidad de formas. Esta multiplicidad inaugura la idea de "lo lejano", advierte sobre posibles vínculos entre singularidades, redefiniciones, cambios imposibles de advertir entre las relaciones de lo múltiple y lo diferente. Aparece aquí la idea de extensión con abismos, mientras que en los signos fijos es extensión de la mismidad lo extenso, por tanto no hay canales que lleven de un lugar a otro porque todo es lo mismo. En los signos mutables aparece la idea de extensión, de otro diferente, de un lugar al cuál puedo ir y recorrer, pero que de seguro no es familiar. Los signos mutables difieren de los cardinales y los fijos en tanto que aparece lo que no es familiar pero que se percibe.